Argentina, cara en dólares y también en euros: cuánto cuesta llenar el changuito versus España

Un changuito del supermercado dice más sobre la economía que muchas estadísticas oficiales. No hace falta ser economista para notar que algo no cierra cuando un litro de lavandina o un pan lactal cuesta más en Buenos Aires que en Madrid.

No es, además, una comparación entre barrios caros y baratos, sino de una misma cadena de supermercados, con productos casi idénticos y etiquetas de precio que, al convertir el euro a pesos, dejan a la Argentina del lado más caro de la góndola.

Comparativo de precios: cuánto cuesta ir al súper en Madrid y en Buenos Aires

Madrid tiene su encanto, sus museos, sus bares de tapas y ahora también un nuevo atributo: es más barato que Buenos Aires para hacer las compras del supermercado. Por insólito que parezca, una recorrida por una cadena de supermercados que opera en ambas ciudades permite comprobar que, convertido el euro al tipo de cambio oficial ($1.410), la mayoría de los productos de consumo masivo cuestan menos en la capital española que en la argentina. Esto, claro, mientras los sueldos en España duplican a los argentinos.

Llenar el changuito en Argentina, mucho más caro

El pan lactal Bimbo artesano, por ejemplo, cuesta en Madrid €2,92, unos $4.117, mientras que en Buenos Aires se vende a $6.245. Es decir, un 51,7% más caro. Y encima, el pan madrileño pesa más: 550 gramos contra 500 del argentino. Una rebanada más de desigualdad.

El café tampoco escapa a esta paradoja. Un paquete de 250 gramos de Lavazza, reconocida marca italiana, cuesta en Madrid €5,75, o sea, $8.107. En Buenos Aires, un paquete de café Morenita se paga $7.029. Parece mejor, hasta que uno ve que el mismo café en Argentina también se vende a $10.900 (Súper Cabrales) y hasta $17.499 (Martínez Brasil). En España, otra marca como Marcilla ofrece el mismo formato a €4,99 ($7.035). En promedio, el café en Argentina es entre 30% y 100% más caro que en España.

El yogur natural es otro ejemplo contundente: cuatro potes de Danone (120 gramos cada uno) cuestan €1 en Madrid, o sea $1.410 por 480 gramos. En Buenos Aires, un solo pote de La Serenísima de 120 gramos se paga $949. Comprar los mismos 480 gramos de yogur en la argentina cuesta casi cuatro veces más. Y no, no es porque venga con cucharita de plata.

Si el desayuno está más caro en Buenos Aires, el almuerzo no se queda atrás. Un paquete de fideos secos de medio kilo cuesta €0,79 en Madrid ($1.114), mientras que en la capital argentina la misma cantidad vale $1.050. Muy parecidos, pero recordando que el salario argentino es la mitad, el plato también duele el doble. Y eso sin contar el queso rallado.

El aceite de oliva virgen extra es otro lujo sudamericano: mientras en Madrid se paga entre €5,89 y €7,95 ($8.304 y $11.215), en Buenos Aires alcanza los $13.650 por una botella de Cocinero. La ensalada ya no es liviana: es directamente un gasto premium.

La lista sigue: el queso untable Philadelphia cuesta €3,89 en Madrid ($5.485) y $13.300 en Buenos Aires. La salsa Tabasco, €4,55 ($6.415)vs. $10.429. Una Coca-Cola de 1,25 litros: €1,35 ($1.903) vs. $2.445. Una botella de cerveza: €1,49 ($2.100) vs. $2.343. Hasta el detergente (Expert) es más barato en Madrid: $2.241 contra $4.439 (Cif Bioactive) en argentina. Y la lavandina ni hablar: €0,91 ($1.283) en España, $2.385 en Argentina.

La comparación incluso se extiende a productos básicos como el azúcar: en Madrid, un kilo cuesta €1,03 ($1.452), mientras que en Buenos Aires ronda los $899. Es uno de los pocos ítems en que Argentina parece más barata, aunque la diferencia se achica rápidamente cuando se consideran marcas, disponibilidad y ofertas.

A qué se debe el efecto «todo está caro»: la comparativa en los sueldos

Hay otro aspecto que agrava esta situación: la percepción del valor de las cosas. Muchos consumidores en Argentina se sienten permanentemente estafados al ver los precios en la góndola. La sensación de que «todo está caro» se volvió una constante, incluso cuando algunos productos efectivamente bajaron su ritmo de aumento. Pero cuando se compara con Europa, la bronca escala. El asombro ya no es solo por el aumento intermensual, sino por la distancia con lo que cuesta lo mismo en euros.

Con estos precios en mano, el golpe final lo da la comparación salarial. Mientras en España el salario medio mensual del sector privado ronda los €2.273 (unos $3.200.000 a cambio oficial), en Argentina ese mismo promedio apenas llega a $1.400.000 (dato de abril de 2025, correspondiente a la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables, RIPTE, del Ministerio de Capital Humano), lo que equivale a unos €1.150. En otras palabras: los argentinos ganan la mitad, pero pagan igual o más por muchos productos.

Y eso no es todo. En términos anuales, el sueldo promedio argentino equivale a €13.800, mientras que el español asciende a €28.050. La brecha salarial se amplía aún más cuando se tiene en cuenta el poder adquisitivo y el acceso al crédito. Los trabajadores argentinos no solo ganan menos, sino que enfrentan costos financieros más altos, plazos más cortos y menos opciones de financiamiento, según advierte el economista Martín Kalos.

Esta distorsión se explica, según los economistas, por varios factores. «Es el atraso cambiario. No hay más explicación que esa. Estamos caros en dólares. No hay mucho margen para una devaluación fiscal«, afirmó a iProfesional Martín Rapetti, director de la consultora Equilibra e investigador del Conicet.

Kalos, de Epyca Consultores, agregó: «El flete en Argentina es caro en comparación con cualquier lugar del mundo. Y eso te encarece los productos en el punto de venta. Además, tiene un costo financiero mayor. Las empresas no se pueden financiar como en otros lugares del mundo». Y completó: «A eso hay que sumarle la apreciación cambiaria. El tipo de cambio está excesivamente apreciado«.

El Gobierno celebra la desaceleración de la inflación: en mayo, alimentos y bebidas no alcohólicas subieron apenas 0,5%, según el último informe de precios del INDEC. Pero ese freno no alcanza para devolver poder adquisitivo si los ingresos no crecen. Comprar en el supermercado sigue siendo un vía crucis, incluso sin inflación.

Pero ese freno no alcanza para devolver poder adquisitivo si los ingresos no crecen. Comprar en el supermercado sigue siendo un vía crucis, incluso sin inflación. La paradoja es que, mientras se busca estabilizar la macroeconomía, el bolsillo del ciudadano común sigue desafiando la lógica.

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