Somos familieros, solidarios, buenos amigos y chantas

Desde el 14 se podrá ver su rostro multiplicado en dieciséis historias que lo tienen a Guillermo Francella como protagonista absoluto, aunque en el elenco figuren otros nombres como los de Eva de Dominici, Milo J, Migue Granados, Clara Kovacic, Vanesa González, Juan Luppi, Gastón Sofriti, Dalma Maradona y Guillermo Arengo. Es la última creación de la dupla Mariano Cohn y Gastón Duprat con el título de Homo Argentum. El guión lo firman Andrés Duprat, Mariano Cohn y Gastón Duprat, más como coguionista Horacio Convertini. La apuesta es muy fuerte, implicó una gran inversión y van sólo a los cines, quieren que el público la vea en las pantallas grandes y en comunidad, no en sus casas.

—¿Propusiste esta ficción inspirado en el cine italiano? ¿Qué actor italiano te hubiera gustado ser?

—Sí, soy fanático del cine italiano de toda mi vida. Uno de los que más amé fue a Alberto Sordi. Pero ese quinteto de Vittorio Gassman, Ugo Tognazzi, Nino Manfredi, Marcello Mastroianni y Alberto me han marcado con toda su filmografía. Había algo en Alberto Sordi que me gustaba mucho, porque vos lo podías ver en películas bien heterogéneas entre sí, componiendo tipos muy marcados y diferentes. Así en El burgués pequeño y de golpe en otro personaje como el de Los nuevos monstruos esas viñetas tenían humor, crítica social y reflexión a la vez. Todos me marcaron en el modo de interpretar y también esos directores, como Dino Risi, Vittorio Di Sica, Mario Monicelli, Federico Fellini o Ettore Scola. Ellos te contaban de un modo particular, a veces veo sus películas y siento que algunas envejecieron bien, otras más o menos.

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—Actuaste junto a Enrique Pinti y Alfredo Alcón. ¿Con qué intérprete te hubiera gustado trabajar?

—Creo que trabajé con todos, porque alguien que a mí me ha marcado mi vida en Argentina fue Luis Brandoni. Cuando era jovencito lo único que hacía era mirarlo a él. Era el actor que a mí más me daba vuelta la cabeza. Y después no solamente trabajé, sino soy muy amigo y lo quiero mucho. Empecé con Durmiendo con mi jefe por Canal 13. Después hice en el cine Mi obra maestra, participó en varios capítulos de El encargado y yo participé en un capítulo de Nada.

—¿Tenés alguna deuda pendiente en lo profesional?

—Tal vez dirigir cine que aún no lo hice. Creo que porque todas las películas que me imagino me gustaría actuarlas. Entonces actuar y dirigir sería demasiado. Me gustaría dirigir, como me pasó en el teatro con Perfectos desconocidos, pero sin actuar. También dirigí La cena de los tontos, pero como además actuaba no fue igual. Estás atento a todo y lo padecés. En cambio, tener la mirada sin interpretar, ayudando a mis compañeros a hablar de lo que quiero me encantó. Con el cine creo que lo voy a hacer. He cumplido mis sueños, como cuando quise hacer en teatro la película de Mel Brooks, El joven Frankenstein que a mí me había marcado. Ahora espero el año próximo interpretar Desde el jardín en el teatro con dirección de Marcos Carnevale.

—Eran cuarenta historias y decidieron que quedaran sólo dieciséis. ¿Cuáles y por qué afuera?

—Hubo muchas. Algunas han sido pensadas para un largo. Por ejemplo, la secuencia titulada El niño eterno fue idea mía, la sugerí y la plasmaron de un modo muy divertido. Estoy feliz con Homo Argentum porque tiene una cantidad de paletas, hay una heterogeneidad absoluta con dilemas morales. Son todas bien diferentes, invitan a la reflexión, hablan de cómo somos, con mucho humor y también con bastante crítica. Me parece a mí que con humor entra todo mejor. La crítica es un poco como somos, si no, sería una película absolutamente lavada, seríamos todos políticamente correctos, todo hermoso. Creo que también hay una bajada de línea, que es lo que me interesó a mí del cine italiano. Me sentía representado en esa cinematografía.

—¿Somos así los argentinos?

—Sí, somos familieros, solidarios, buenos amigos y chantas. Este es el abanico nuestro. Si mostrás la perfección me parece que no generaría ni debate.

—¿Cuánto te ayudó el maquillaje?

—Mucho, fue muy interesante también la etapa de ensayos, el juego corporal, postural y de la voz. En cada uno traté de encontrar un color y desde la dirección me ayudaron. Fue un proceso Intenso, pero interesantísimo. Un mes y medio de preparación imaginando peinados, maquillaje, caracterización, ensayos y luego fueron entre el rodaje y el exterior unas ocho semanas en total. Resultó muy intensa la semana que grabamos en Italia. De alguna manera de ahí venimos muchos argentinos. Ya había estado hace unos años en la tierra de mis abuelos, pero con mejor desenlace que el que tiene la película. Es que si fuera así, seguramente no te hubiera impactado tanto.

—¿Nunca hiciste grotesco? ¿Una obra de Armando Discépolo?

—No, no lo hice, aunque siempre me han invitado a hacerlo. Tengo ganas de hacer teatro clásico, un Goldoni o Pirandello.

—Anticipaste que harás en el teatro el año próximo “Desde el jardín”…

—Fíjate que es una corriente bastante antagónica a la italiana. Es un humor más austero, de una economía absoluta y los tanos son más exacerbados, un poco pasados un pueblo, como digo, pero lo amo también.

—¿Cómo te manejás en la calle? ¿Cómo es convivir con la popularidad?

—Llevo muchos años de mi vida siendo muy popular y querido. Siento tanto afecto por parte de la gente para conmigo, que se me hacen llevadero. No obstante, al estar tan expuesto, que no podés caminar por la calle a veces por tanto amor, desde la selfie hasta no poder ir a lugares muy multitudinarios. Con quién estés, sea él o ella tu acompañante no la pasa bien. Entonces, me convierto en un poquitito más para adentro, más ermitaño. Estoy más tiempo en casa, haciendo comidas y tratando de generar todos mis vínculos. Pero igual tengo una vida social, no es que estoy escondido.

—¿Vas al teatro como espectador?

—Sí, voy a todos lados y siento el amor en carne propia de un modo tan maravilloso.

—Florencia Peña dijo que la risa que habían dado borraba las diferencias.

—La risa es terapéutica y atenúa un mal momento inmediato. Es algo increíble. El éxito de Casados con hijos fue muy fuerte. Lo pudimos corroborar con Florcita cuando hicimos en el 2023 en el Gran Rex. Vivimos un clima futbolero de cancha, de meter seis mil personas por día durante nueve semanas, una locura. Después fuimos a Córdoba, estuvimos tres semanas en vacaciones de invierno y lo mismo. Fue algo muy contundente la demostración de que ese humor, que no es el actual, desde el 2005 pasaron veinte años, pero sigue intacto. Veía a la gente con los ojos vidriosos en la platea, emocionada de recordar lo que se divirtió con esos cerca de doscientos capítulos.

—Volviendo a “Homo Argentum”: ¿quieren que la gente la vea en los cines?

—Sí, no va a ir la plataforma, por ahora, va a tardar. Creo que con la pospandemia, lo que nos sucedió, las pantallas empezaron a ser de más de cuarenta pulgadas y las casas se convirtieron en cines. Está la comodidad de parar la ficción, ir al baño, volver, servirte un café, comer y volver, pero nada es comparable con ir al cine. Para mí el cine es todo y no hay que perder esa costumbre. Fíjate que los chicos con las películas de los Superhéroes no la perdieron, porque se llenan las butacas.

—¿Se perdió el prejuicio con el cine nacional?

—Sí hace mucho que se perdió. Hay grandes películas de Argentina. Nosotros tenemos éxitos descomunales con millones de espectadores. El secreto de sus ojos, Relatos salvajes o El robo del siglo, incluso pasaron los dos millones.

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