Dolor inexplicable: la mejoría que mostró la Locomotora Oliveras horas antes de su muerte

El lunes por la mañana, una leve brisa de esperanza había recorrido el Hospital Cullen de Santa Fe. Allí, donde desde hacía 14 días permanecía internada Alejandra ‘Locomotora’ Oliveras, el parte médico dejaba entrever una posibilidad. Hoy, sabiendo todo lo que pasó horas después, es imposible entender qué fue lo que realmente pasó si el clima venía en tono alentador.

La Locomotora había tenido una pequeña mejoría en su cuadro tras el ACV isquémico, sumado a pequeños gestos de interacción con sus familiares -había abierto sus ojos y hasta respondió a diferentes estímulos-. Esto mantenía viva la expectativa, como parte de una evolución que venía siendo favorable. Sin embargo, ese mismo lunes y horas después del último parte médico, falleció.

“El riesgo de vida es menor, pero sigue siendo una paciente que requiere cuidados de cerca», aseguró entonces el doctor Néstor Carrizo, director de la unidad de terapia intensiva. Sus palabras eran cautelosas, pero no dejaban de abrir una ventana a la esperanza, una chance para la  recuperación de la Locomotora en medio de la preocupación extrema.

El médico había explicado que Oliveras aún no podía comunicarse con palabras, pero que sí había manifestado ciertos movimientos que reconfortaron a los suyos: “Ha tenido momentos en donde ha dirigido la mirada, sobre todo a los familiares, aprieta la mano y mueve la pierna derecha, pero otro tipo de comunicación no. Puede ser que eso ocurra después, no ahora».

Ese contacto mínimo, ese apretón de manos o esa mirada dirigida a un rostro conocido, eran señales que emocionaban. Carrizo incluso había contado que los familiares de la Locomotora estaban “contentos porque habían tenido una mayor interacción”, y eso los sostenía.

Pero la realidad del estado clínico seguía siendo compleja, y a pesar de todos estos gestos positivos había que ser demasiado cauto. “Hay que consolidar lo logrado. Ir progresando hasta que pueda estar sin necesidad de respirador durante todo un día o varios días», había explicado Carrizo, haciendo foco en los pasos que aún debían darse.

Con mucha prudencia, el médico también advirtió que aún era pronto para hablar de secuelas, aunque ya se podía intuir que “por el territorio que tiene afectado seguramente la parte motora del cuerpo del lado izquierdo va a estar afectada, probablemente de manera permanente por el tipo de lesión que tiene”. Es que sí, la prioridad era que la Locomotora siguiera con vida y salga adelante.

Sin embargo, el temor que sobrevolaba la sala terminó haciéndose realidad. «Hay pacientes con los que se logra avanzar, pero que por algún motivo tienen que volver a la asistencia respiratoria mecánica, por algún problema respiratorio, neurológico o de algún otro órgano”, había anticipado el médico. Horas después, Alejandra tuvo una recaída. Y falleció. El dolor es inmenso, tan grande como inexplicable.

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