El nuevo dato oficial que confirma que la Argentina es cada vez más cara en dólares

Un dato clave pasó algo inadvertido en medio de la discusión sobre el retraso cambiario y las dificultades del gobierno para acumular reservas: la recaudación tributaria, medida en dólares, alcanzó su nivel más alto en un año.

La recaudación en dólares marca, entre otras cosas, la capacidad para sostener el declarado objetivo del superávit fiscal, el principal logro que el gobierno exhibe ante los críticos de su programa económico, incluido el Fondo Monetario Internacional.

Y este punto explica, en buena medida, la negativa de plano que ha mantenido Toto Caputo ante cada queja, consejo o insinuación en el sentido de que debería revisar su política de ancla cambiaria, ahora bajo el régimen de banda de flotación.

Ocurre que, en ese controvertido proceso de encarecimiento en dólares, poco han sido más beneficiados que el fisco, que en lo que va del año incrementó su ingreso cuando se lo calcula en moneda estadounidense, aun cuando en la recaudación ya se siente el efecto pleno del levantamiento del cepo y la consecuente devaluación.  

Hablando en números, los recursos ingresados las arcas fiscales en mayo superaron los u$s13.400 millones -calculados al tipo de cambio mayorista de fin de mes-, un número que no se veía desde el récord de mayo 2024, cuando se había alcanzado la cifra de u$s14.940 millones.

Dólar bajo, recaudación alta

A primera vista, la cifra llama la atención, porque esta suba en dólares ocurrió en un mes en el que se registró una caída interanual del ingreso tributario en términos reales.

Pero aquella cifra hace un año se explicaba por una situación excepcional, dado que hubo un aumento explosivo de Ganancias por los ingresos extraordinarios de los bancos en el año anterior.

A partir de allí, la recaudación, medida en dólares se mantuvo en un promedio mensual de u$s12.500 millones. El hecho de que la inflación -y, por lo tanto, la recaudación nominal en pesos- se mantuviera por encima de la tasa devaluatoria favorecía el registro de esas cifras, que son altas en términos reales y suelen coincidir con períodos de tipo de cambio atrasado.

De hecho, para ver una recaudación en dólares superior a u$s13.000 millones hay que remontarse a hace dos años, cuando al calor de la campaña electoral, el entonces ministro Sergio Massa ralentizaba el deslizamiento del tipo de cambio oficial.

En contraste, los períodos dominados por dólar alto -sobre todo si se combinan con la recesión- han estado marcados por recaudaciones muy bajas medidas en moneda estadounidense.

Un ejemplo paradigmático fue septiembre de 2019, cuando después de la derrota macrista en las PASO se produjo un salto devaluatorio que redujo la recaudación en 27% y la dejó en apenas u$s7.346.

También al final del gobierno de Alberto Fernández había disminuido el ingreso fiscal en términos de dólares: en noviembre de 2023, cuando en medio de la parálisis económica previa al cambio de mando sólo se recaudaron u$s9.478 millones.

¿Un dato para festejar?

¿Es necesariamente motivo de celebración el hecho de que la recaudación en dólares ya sea comparable con las de otros momentos de la historia reciente que fueron la antesala de devaluaciones? Ahí radica uno de los grandes debates de este momento. Por un lado, es cierto que este indicador está mostrando una capacidad de manejo del superávit fiscal. Pero, por otra parte, es también un reflejo de cómo la economía ha perdido competitividad a velocidad acelerada.

Dicho en otras palabras, una alta recaudación en dólares puede ser la consecuencia de una recuperación de la economía pero, sobre todo, es el reflejo de altos precios en dólares.

Cuando recién se levantó el cepo cambiario, parecía que una corrección alcista iba a cambiar el panorama y hacer caer los precios en dólares. Sin embargo, las decisiones adoptadas por el gobierno –como la negativa a comprar divisas dentro de la banda de flotación y la intervención en el mercado de futuros- han hecho que el problema del retraso siga en debate.

El gobierno les responde a sus críticos con el argumento de que mantiene un buen nivel de recaudación tributaria a pesar de haber eliminado el impuesto PAIS, bajado aranceles de importación y haber aliviado las retenciones a la exportación. Esto implica, desde el punto de vista oficial, una demostración de pujanza en la actividad económica, que asegurará el superávit fiscal.

Sin embargo, cuando se acerca la lupa a las cifras de ARCA, llama la atención que lo recaudado por el IVA -el impuesto por excelencia vinculado al nivel de actividad comercial e industrial- no está creciendo cuando se lo mide en dólares.

Más bien al contrario, en lo que va del año viene mostrando una caída continuada: de los u$s5.000 millones registrados en enero se inició un sendero descendente hasta los u$s3.700 millones que ingresaron en mayo.

¿Síntoma de que los productos alcanzados por el IVA ya no están tan altos en términos de dólar? ¿O de que, a pesar de lo que postula el gobierno, los consumidores no logran recuperar poder adquisitivo?

Los gastos también suben en dólares

La contracara de la suba de la recaudación fiscal es que, del otro lado del mostrador, los gastos también tienden a subir cuando se genera atraso cambiario.

Según los datos difundidos por la Oficina de Presupuesto del Congreso, en el acumulado de los primeros cinco meses del año hubo una suba nominal de 55% en los gastos corrientes, mientras el dólar se movió notoriamente menos, a un 34% interanual.

Hablando en plata, el gasto público de la administración central en mayo rondó los u$s8.100 millones.

Para que no siga su camino ascendente el gobierno necesitará reforzar la «motosierra», algo sobre cuya sostenibilidad persisten dudas, sobre todo en los meses previos a las elecciones legislativas.

Es cierto que en mayo hubo un recorte de 7,8% en términos reales, principalmente por la drástica baja en subsidios -un recorte de 60% interanual-. Sin embargo, otros rubros de fuerte incidencia sobre el presupuesto, como las jubilaciones y pensiones, siguen recuperándose con fuerza -en mayo, el gasto previsional subió un 20% real-.

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