Dólar: el pedido de acelerar el «crawling peg» y el dato que revela la desconfianza del mercado

El Fondo Monetario Internacional(FMI) podría sugerir al equipo económico argentino encabezado por el ministro Luis Caputo que acelere la velocidad del «crawling peg», la política de devaluación gradual del peso frente al dólar. El tema ha aparecido en las conversaciones que mantienen los negociadores de la Argentina con el organismo.

Actualmente, el Gobierno mantiene un tipo de cambio que se ajusta a razón del 1% mensual como punto de atractivo fundamental para el «carry trade» inversor, pero el FMI teme que este ritmo pueda ser insuficiente para evitar un atraso cambiario, lo que obligaría al Palacio de Hacienda a vender mayores cantidades de reservas para mantener el tipo de cambio. Una aceleración del «crawling» permitiría -creen en Washington- que el BCRA retire gradualmente la liquidación de dólares mediante el denominado «dólar blend» de los exportadores. Esta sugerencia podría tener implicancias profundas en la economía, ya que una aceleración en la devaluación del peso podría generar tanto beneficios como riesgos.

El crawling como elemento de certidumbre cambiaria

El crawling peg comenzó a implementarse en Argentina a mediados de la década de 1990 como una estrategia para mantener el tipo de cambio relativamente estable, sin recurrir a ajustes bruscos que pudieran generar inflación o desestabilizar la economía. Este sistema de ajuste gradual fue utilizado en varios momentos de la historia económica del país, pero cobró particular relevancia en los últimos años, cuando la inflación se disparó y la moneda sufrió presiones. La idea detrás del crawling peg es que el valor de la moneda local se ajusta de forma predecible y a un ritmo constante frente al dólar -una especie de «tablita»-, evitando grandes saltos que generen incertidumbre.

En 2024, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) estableció un crawling peg del 2% mensual, en un intento de encontrar un equilibrio entre evitar una nueva devaluación brusca y dar garantías a los inversores financieros que traían sus dólares para ponerlos a tasa en pesos argentinos. Este ritmo de devaluación inicial fue elegido bajo el supuesto de que un ajuste algo más rápido podría ayudar a la competitividad de las exportaciones y aliviar la presión sobre las cuentas externas. Sin embargo, con el paso de los meses y la persistencia de la inflación, las autoridades decidieron reducir la velocidad de la devaluación a un 1% mensual, buscando contener el impacto inflacionario y ofrecer mayor previsibilidad a los agentes económicos.

El ajuste al 1% mensual, sin embargo, no ha estado exento de críticas. Si bien la medida buscaba evitar un aumento abrupto en los precios internos, también ha generado señales de atraso cambiario. El tipo de cambio oficial, al mantenerse prácticamente en los mismos niveles que el financiero (apenas una brecha del 14%) ha obligado al BCRA a desprenderse de potenciales reservas con tal de conservar la estabilidad cambiaria y, por ende, de los precios.

El pedido del FMI y una potencial salida intermedia

Por este motivo, el FMI ha comenzado a sugerir una aceleración del ritmo de devaluación. Un tipo de cambio más alineado con la realidad del mercado podría reducir las tensiones sobre las reservas, ya que el BCRA no tendría que intervenir constantemente para mantener la paridad oficial y la del dólar financiero vía bonos. En Washington creen que aumentar la velocidad del crawling peg podría reducir las distorsiones en el mercado cambiario, ayudando a una mejor asignación de recursos y evitando que el tipo de cambio oficial siga perdiendo competitividad frente a los valores del mercado paralelo.

Sin embargo, la aceleración de la devaluación también trae consigo ciertos riesgos. Uno de los principales desafíos es el impacto sobre la inflación. Una devaluación más rápida podría traducirse directamente en un aumento de los precios internos, ya que muchas empresas trasladan el costo de los insumos importados al precio final de los productos. Esto podría generar un círculo vicioso en el que la inflación alimenta más inflación, afectando el poder adquisitivo.

Además, los efectos sociales de una mayor inflación no son menores. En este contexto, el presidente Javier Milei se reunió la semana pasada con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en Washington D.C. Durante el encuentro, se discutieron aspectos clave del plan de estabilización y crecimiento de Argentina, destacando los «resultados significativos» obtenidos hasta el momento. Georgieva enfatizó la importancia de continuar trabajando de manera constructiva en un nuevo programa que respalde los esfuerzos económicos del país.

Además, el ministro de Economía, Luis Caputo, mantuvo una conversación telefónica con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent. En esta llamada, se abordaron «posibles áreas de colaboración» y hubo elogio para la estabilidad macro, si bien tuvo un carácter introductorio.

Los créditos en dólares que alimentan el carry trade y un botón de desconfianza

El Gobierno parece decidido a estirar el «carry trade» como sea. La reducción del «crawling peg» al 1% mensual impulsó una renovada ola de operaciones por el diferencial de tasas en pesos.

El «carry trade» consiste en tomar créditos en dólares, liquidarlos en pesos en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), y colocar esos pesos en instrumentos con mayores rendimientos en moneda local. Bajo un escenario donde el costo del crédito en dólares es del 6% anual y el «crawling peg» se ubica en el 1% mensual (equivalente a una tasa anual del 12,7%), estos pesos podrían colocarse en instrumentos que rinden por encima del 30%. Esto genera ganancias virtualmente libres de riesgo para quienes acceden al mercado oficial.

Como se señaló en otras oportunidades, es importante destacar que los inversores que apuestan por la tasa de interés en pesos enfrentan un riesgo mayor al no tener garantizado el precio al que podrán volver a dolarizarse, ya que operan en el mercado financiero, donde el precio del dólar no está respaldado por el BCRA. A pesar de este riesgo, el atractivo del «carry trade» mantiene su vigencia para los inversores: los créditos en dólares crecieron significativamente en 2024, alcanzando un stock superior a los USD 10.000 millones, comparado con menos de u$s4.000 millones al inicio del año.

La apuesta de Gobierno es extender la vida útil de este esquema. Recientemente, el BCRA acaba de aprobar la posibilidad de tomar crédito en dólares para aquellos que no generar los dólares correspondientes. En rigor, el BCRA eliminó la restricción que impedía desde febrero 2016 que las entidades financieras presten los fondos obtenidos mediante colocaciones en el exterior a clientes no exportadores. Ahora los bancos podrán prestar dólares a cualquier cliente sin importar si generan o no divisas, siempre y cuando los fondos provengan del exterior.

El exvicepresidente del BCRA, Jorge Carrera, consideró que sin ese mecanismo, las reservas netas estarían en un terreno aún más negativo que los -u$s9.000 millones actuales. Pero el dato es que todavía quedaría un margen de crecimiento de alrededor de u$s3.000 millones del stock de créditos en dólares. Carrera advierte que con el nuevo esquema de préstamos en dólares “hay un riesgo mayor” y pone sobre la mesa una cuestión central: “en nuestro sistema financiero no hay prestamista de última instancia en dólares, menos en este momento”.

En el mercado de futuros aparece otra lectura. Por ejemplo, los futuros a corto plazo mantienen una Tasa Nominal Anual (TNA) del 22% mientras la devaluación que propone el Gobierno no supera el 12%. Es decir, mientras el diferencial de la tasa de política monetaria versus la devaluación se ubica en 18%.

Algunos analistas ven en esta señal cierta desconfianza del mercado a sostener un crawiling peg del 1% mensual.

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