Desde la Nochebuena del 24 de diciembre de 2024, entramos en lo que la iglesia católica llama “año jubilar”. Ese día el papa Francisco abrió la puerta santa y dio comienzo el tiempo especial del perdón.
Analicemos que es un Jubileo, o Año Santo: es un evento religioso especial para la Iglesia Católica, caracterizado por ceremonias solemnes, actos colectivos y peregrinaciones devocionales. Se celebra con periodicidad regular, cada 25 años, aunque veremos que hay Jubileos extraordinarios, que son anunciados por el Santo Padre en determinadas circunstancias.
Con motivo del Jubileo, los fieles son invitados a peregrinar a la Basílica de San Pedro en el Vaticano, Roma, a San Juan de Letrán, a San Pablo extramuros y a santa María Mayor y a participar en rituales y actos de devoción y el más importante es cruzar los umbrales de las puertas santas una en cada una de las iglesias papales de Roma. Es una oportunidad de gran crecimiento espiritual y permite recibir el perdón de la pena que trae consigo cada pecado, porque, tradicionalmente, quien cruza una de las Puertas Santas durante el Jubileo obtiene la indulgencia plenaria, es decir, la remisión de estas penas.
Pero ¿qué significa Jubileo? El origen del Jubileo se remonta a la antigua tradición judía del “Jobel”, que se celebraba cada cincuenta años. El Jubileo judío se centró principalmente en la tierra, la propiedad y los derechos territoriales. Según la Biblia hebrea, este período especial implicó una serie de prácticas, entre ellas la restitución de tierras a sus antiguos dueños, el perdón de deudas, la liberación de esclavos y prisioneros, el reposo de la tierra y la manifestación particular de la misericordia divina. Estas prácticas no sólo tenían como objetivo garantizar una distribución justa de los recursos y promover la justicia social, sino también resaltar la importancia de la misericordia y la compasión divinas. Este período se abrió con el sonido de un cuerno de carnero, “jobel” en hebreo, de ahí el nombre de la solemnidad, transformada más tarde en Jubileo.
En el evangelio de Lucas, Jesús, al llegar a Nazaret, cita muy explícitamente un pasaje del libro de Isaías, que se refiere precisamente a este año especial dedicado a Dios: “El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el Señor me ha ungido yo con la unción; Me ha enviado a llevar buenas nuevas a los pobres, a vendar las heridas de los quebrantados de corazón, a proclamar la libertad de los esclavos, la liberación de los cautivos, a promulgar el año de la misericordia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a todos los afligidos”. (Isaías 61:1-2). Y así Jesús en el Evangelio de Lucas: “El Espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a anunciar la liberación a los presos y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos, y predicar el año agradable del Señor. ” (Lucas 4,18-19)
La Indulgencia de los Cien Años fue un acontecimiento significativo que anticipó y predijo el Jubileo en la historia de la Iglesia Católica. Era una tradición de origen desconocido que garantizaba la completa remisión de los pecados y la suspensión de todas las penas temporales a quienes peregrinaban a la basílica de San Pedro en Roma hacia 1300. Fue el Papa Bonifacio VIII quien instituyó el primer Jubileo, quizás inspirado precisamente en la Indulgencia de los Cien Años, o a la ya mencionada tradición judía del Jobel. Inicialmente estaba previsto que el Año Santo se celebrara cada cien años. Sólo más tarde, con el Papa Clemente VI (1350), el intervalo de tiempo se redujo a 50 años, como el antiguo Año Santo judío, luego a 33 (los años de Cristo) y finalmente a 25.
Junto al Jubileo ordinario, como ya se ha dicho, está el Jubileo extraordinario. La primera se celebra según el ciclo regular establecido por la Iglesia católica, cada 25 años, y supone la apertura de las Puertas Santas de las Basílicas Papales de Roma, indulgencia plenaria para los peregrinos y numerosas prácticas devocionales.
El Jubileo Extraordinario se convoca, en cambio, en circunstancias excepcionales y para celebrar acontecimientos significativos en la Iglesia católica o en el mundo. Por ejemplo, el Jubileo de la Misericordia de 2016, anunciado por el Papa Francisco, fue un Jubileo extraordinario anunciado con el objetivo de celebrar y difundir el tema de la misericordia divina en todo el mundo. Generalmente se ofrecen a los fieles oportunidades espirituales y sacramentales adicionales, así como indulgencias especiales.
La apertura de la Puerta Santa no sólo marca el inicio del Jubileo, sino que también representa un poderoso símbolo espiritual para los cristianos. Se trata de la puerta de una iglesia o basílica cristiana que es proclamada Santa por el Papa. Durante el Jubileo, normalmente tapiada, se abre y traspasarla permite a los fieles obtener la indulgencia plenaria, el perdón completo de los pecados.
Además de su significado práctico, la Puerta Santa tiene un profundo significado simbólico. En las Sagradas Escrituras, la puerta es vista a menudo como la brecha por la que la gloria de Dios entra a la casa o, metafóricamente, al alma humana. Ya en Ezequiel encontramos referencias a este concepto, que refleja el concepto de acoger la gracia divina en el corazón del creyente. La Puerta Santa, por tanto, no es sólo un símbolo de acceso físico a un lugar sagrado, sino que también representa la invitación a dejar que la presencia y la misericordia de Dios entren en nuestras vidas y transformen nuestros corazones.
Para este Jubileo de 2025, se espera que lleguen a Roma más de 32 millones de peregrinos. Este evento les ofrecerá una experiencia integral que combinará fe, cultura y espiritualidad, gracia y perdón divino. El Jubileo de 2025 brinda un calendario lleno de iniciativas y eventos solemnes, en los que participarán fieles de todo el mundo. El tema elegido, Peregrinos de la esperanza, es más relevante que nunca en esta era de incertidumbre y agitación global. Su objetivo es transmitir un mensaje de esperanza y confianza en el futuro, invitando a los creyentes a embarcarse en un viaje espiritual hacia una mayor conciencia de la misericordia divina y un compromiso más profundo para difundir el amor y la compasión en el mundo.
Cada año jubilar posee un escudo, que ahora es un logo, que fue presentado el 28 de junio de 2024 durante la rueda de prensa celebrada en la Sala Regia del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, en presencia de monseñor Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la evangelización, y fue acogido con beneplácito por obispos, sacerdotes y laicos. De hecho, se trata de una imagen sencilla y universal, que puede ser entendida por personas de todas las culturas y religiones, y que contiene una invitación a todos a caminar juntos hacia un futuro mejor, guiados por la fe y la voluntad de construir en nombre de él un mundo mejor de misericordia y hermandad.
Esta esperanza está subrayada por el lema del Jubileo 2025, claramente visible en verde en la parte inferior del logotipo: “Peregrinantes in Spem”, “Peregrinos en esperanza”. Veamos en detalle qué representa el logo de Jubileo y cuál es su significado. Representa cuatro figuras estilizadas y gráciles, en cuatro colores que recuerdan las tonalidades del arco iris: rojo, naranja, verde y azul. La elección de los colores no es aleatoria, como tampoco lo es el color de las vestiduras sagradas a lo largo del año litúrgico. El rojo simboliza el amor, la pasión y la entrega, el sacrificio de Cristo y su amor ilimitado por la humanidad, pero también el fuego del Espíritu Santo y su fuerza que anima a los cristianos. El naranja expresa alegría, vitalidad y entusiasmo, la luz que ilumina el camino de la fe. El verde es universalmente reconocido como el color de la esperanza, el crecimiento y el renacimiento. Por último, el azul simboliza la fe, la paz y la tranquilidad, recuerda el cielo y la espiritualidad e invita a la contemplación y la oración. Las cuatro figuras representan a la humanidad entera, en sus diferencias y similitudes. El abrazo que se dan indican la solidaridad y hermandad que debe unir a los pueblos del mundo. Al frente de ellos está la figurita roja, aferrada a una Cruz formada por una curva negra que remata, en la parte inferior, con un ancla.
La Cruz que no es rígida, no es estática, sino que se curva hacia la humanidad, como queriendo abrazarla. En cuanto al ancla, fue el propio monseñor Fisichella quien explicó su significado: “Como sabemos, el ancla se ha utilizado a menudo como metáfora de la esperanza. El ancla de la esperanza es el nombre que se le da en la jerga marítima al ancla de reserva, utilizada por los barcos para realizar maniobras de emergencia para estabilizar el barco durante las tormentas. El significado de este símbolo en el logo del Jubileo es claro: es precisamente en los momentos más difíciles que necesitamos apoyarnos en un ancla que nos dé seguridad y nos garantice la salvación. La presencia de las pequeñas olas agitadas en la parte inferior confirma la existencia de peligros e impedimentos, de aquellos asuntos personales y acontecimientos mundiales que hacen que la vida de cada uno de nosotros no siempre sea fácil.”
Aquí el logo en su totalidad adquiere un significado claro, y el Jubileo, con sus doce meses de ceremonias e iniciativas, se convierte en una larga peregrinación hacia la salvación, guiada por la Cruz y la esperanza de la salvación.
Giacomo Trevisani, un joven diseñador gráfico de Puglia fue quien diseñó el logo, luego de ganar un concurso internacional en el que participaron 294 personas de 48 países diferentes. No sólo estaba dirigido a diseñadores y diseñadores gráficos, sino a todo aquel que quisiera contribuir presentando una propuesta. También hubo muchos dibujos hechos a mano por niños, y el rango de edad de los participantes osciló entre 6 y 83 años. Al final, los tres proyectos que llegaron a la selección final fueron presentados al Papa Francisco, para que eligiera el que a su juicio era más adecuado.
El Papa Francisco subrayó la importancia de una reflexión espiritual más profunda sobre la Misericordia, fomentando la oración y una mayor conciencia de la voluntad divina en nuestra vida cotidiana, a través de acciones concretas de compasión, perdón y solidaridad. Además, recomendó a todos dedicar el año 2025 a la oración, meditar sobre la misericordia de Dios Padre y sobre nuestro papel como testigos y promotores activos de la misericordia en el mundo moderno. Este lema suena como una invitación a caminar juntos, dirigida a todos los cristianos y hombres, para caminar unidos hacia un futuro mejor, basado en la esperanza, la misericordia y la fraternidad, un camino continuo en busca de Dios y su salvación.