De refugio republicano a templo de la tortilla: el histórico bar Iberia vuelve a abrir sus puertas

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El Bar Iberia en 1946.AGN

Hay algo que sucede cada vez que Maxi Longo cruza la puerta del Iberia, el segundo bar más antiguo de Buenos Aires. “Cuando entrás, hay dos mármoles gastados: uno dice ‘La Toja’, que fue el primer nombre, y el otro ‘Iberia’. Yo enseguida pienso en las miles de personas que pasaron por esta entrada, con sus sueños, sus historias, sus discusiones, su cultura… Es un peso que se siente y que vale la pena sostener”, reflexiona, mientras se acomoda en una de las mesas del lugar. La atmósfera tiene un aroma nostálgico: el aire huele a historia, a resistencia y a una renovada oportunidad.

Enclavado en la esquina de Avenida de Mayo y Salta, el Iberia había cerrado sus puertas en marzo de 2020, al compás de la pandemia y el aislamiento social obligatorio. Durante más de cuatro años, la “Esquina de la Hispanidad” se mantuvo en silencio, con sus persianas bajas y un almanaque detenido en el tiempo. Pero en junio de este año, Longo cruzó esa puerta por primera vez, convocado por una reunión con el dueño del local. “Cuando entré, me impactó encontrarme con un bar que estaba igual al momento en que había cerrado, cuatro años atrás. Fue como si el tiempo se hubiese congelado.”

Sándwich de tortilla, uno de los clásicos.

La historia de Longo es singular. Después de dos décadas en el mundo corporativo y de franquicias como Bonafide y Atalaya, decidió dejar su vida en Chile para reencontrarse con sus hijos en Buenos Aires. “A los 40 y pico me di cuenta de que no era lo que quería. Dije ‘basta’. Siempre me gustó la historia, y Avenida de Mayo tiene mucho peso. Tiene una mística increíble.” Junto a dos amigos, también exejecutivos, decidió embarcarse en una nueva aventura: recuperar el esplendor del Iberia, un bar que había sido testigo de guerras, poesía y encuentros que marcaron épocas.

La Esquina de la Hispanidad recupera su esplendor.

Fundado en 1897 bajo el nombre de “La Toja”, el Iberia fue más que un simple café. Durante la Guerra Civil Española, se convirtió en refugio y resistencia de los republicanos, mientras que en la vereda de enfrente, el Bar Español congregaba a los franquistas. En sus mesas, se tejieron discusiones apasionadas y también se libraron batallas simbólicas, con la llegada de noticias desde Europa. Federico García Lorca fue uno de sus visitantes ilustres; durante los seis meses que vivió en Buenos Aires en el Hotel Castelar -ubicado justo enfrente-, encontró en el Iberia un rincón para almorzar y escribir.

Longo y sus socios entendieron que el alma del Iberia estaba en su historia. La restauración, que llevó seis meses, buscó honrar esa memoria. La fachada mantuvo sus placas conmemorativas y sumó macetas con malvones rojos. En el interior, el beige de las paredes dio paso a un “burdeau español” profundo, mientras que un mural monumental de “La Segunda República Española” domina una de las paredes. Lámparas traídas de la península iluminan la barra, y macetones con olivos, limoneros y romero completan un ambiente que respira hispanidad en cada rincón.

El bar Iberia se convirtió en un ícono.

La propuesta gastronómica también es revolucionaria: quince variedades de tortillas de papa, cada una numerada y con combinaciones que van desde la clásica sin cebolla hasta opciones como “Cheese Burger”, “Rellena de milanesa” y “Tucumana”. “Queremos que el Iberia se transforme en la esquina de la tortilla de papa en Buenos Aires”, afirma Longo. Las tortillas, de medio y un kilo, son un homenaje culinario a la diversidad y abundancia. “Todas tienen cinco centímetros de altura. Una tortilla de un kilo tiene ocho huevos y puede alimentar a cuatro personas”, explica.

El camino no estuvo exento de obstáculos. Durante la restauración, en la noche de la votación de la Ley Bases en el Congreso, el local sufrió destrozos que alcanzaron los 12 millones de pesos. Pero Longo y su equipo persistieron. “Había que restaurarlo, es el segundo bar más antiguo después del Tortoni. Quisimos recuperar su historia ligada a la cuestión republicana. Si bien somos apolíticos, decidimos volver a traer esa parte histórica.”

“Queremos que el Iberia se transforme en la esquina de la tortilla de papa en Buenos Aires”, afirma Longo.

La reapertura también trajo consigo historias entrañables. Nietos de antiguos clientes han visitado el lugar para compartir anécdotas. Una mujer llegó con una carta del Iberia de fines de los años cuarenta, mientras que otras personas se emocionaron al encontrar la bandera republicana. Sin embargo, no todos los encuentros han sido pacíficos: “Vinieron dos personas que, al ver la bandera de La República, se enojaron y se fueron. Esta esquina tiene mucho peso histórico, y no puedo creer que haya estado tanto tiempo cerrada.”

Hoy, Iberia vuelve a ser un espacio de debate, como reza su eslogan: “Traemos el debate a la mesa”. Sus mesas, que alguna vez fueron testigos de las reflexiones de viejos militantes republicanos, ahora reciben a una nueva generación de comensales que buscan sabores auténticos y una pizca de historia. “Desde la gastronomía, queremos recuperar esa hispanidad. Y por eso la tortilla.”

Para Longo, recuperar el Iberia es una suerte de homenaje a la memoria y un puente entre el pasado y el presente: “Hay muchas historias. Esta esquina es un testimonio vivo de lo que fuimos y de lo que podemos ser.”

Y así, en la esquina de Avenida de Mayo y Salta, el Iberia vuelve a latir. Con su renovada propuesta y su espíritu intacto, el bar invita a volver a cruzar sus puertas y a dejarse envolver por el aroma de tortillas recién hechas y el eco de las voces que alguna vez discutieron, amaron y soñaron en sus mesas.

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